Gracias a la sabiduría y a las técnicas desarrolladas por los salineros aprovechando los elementos naturales, se ha conseguido una explotación industrial sostenible.
El agua que surge de los manantiales, las laderas en pendiente, el sol, el viento y el empleo de unas técnicas tradicionales crean un paisaje característico. Durante siglos nunca ha habido materiales de desecho, aprovechando todos los recursos naturales hasta límites increíbles.
Todos los materiales utilizados son naturales, salvo en algún momento de inestabilidad en el que se relegaron los principios fundamentales que rigen la vida del valle, anteponiendo criterios únicamente económicos. Tanto la producción de sal como la construcción de sus estructuras son perfectamente sostenibles, consiguiendo un óptimo equilibrio medioambiental y ecológico.
A lo largo de su vida, el Valle Salado ha estado en continuo mantenimiento, atravesando, como es lógico, mejores y peores momentos por la fluctuante demanda de sal de los mercados.
Uno de los peores se produjo en el siglo XX, cuando la mecanización de los transportes y la mejora de las técnicas de producción en las salinas marítimas y las minas produjeron una quiebra sistémica en las salinas tradicionales de interior, caracterizadas por una producción familiar y artesanal. Esta competencia feroz de los mercados llevó a los salineros de Añana a aplicar sobre la superficie de las antiguas eras materiales como el cemento, no sostenible ni ecológico. Se generaron así, por primera vez en la historia de las salinas, escombros que eran difícilmente eliminados por el gran esfuerzo que suponía transportarlos fuera del valle.
También se incrementó considerablemente la superficie de evaporación con la construcción de eras en lugares no aptos y con técnicas y materiales no sostenibles que olvidaban el "saber hacer" aplicado durante milenios por generaciones de salineros.
La recuperación de la sostenibilidad impulsada por los salineros desde finales del siglo XX ha supuesto un nuevo punto de inflexión en la historia de las salinas de Añana. Las instituciones se han implicado en el proyecto a través de la Fundación Valle Salado de Añana; la comercialización y venta de la sal se ha enfocado hacia la calidad y no la cantidad; se han recuperado las técnicas y el "saber hacer" milenario de los salineros, tanto en el mantenimiento y arreglo de las plataformas como en la producción de sal; y la actividad salinera se está complementando con otros servicios turísticos, culturales y de salud abiertos al conjunto de los ciudadanos.
Todo ello está contribuyendo a que el Valle Salado de Añana haya recuperado su sostenibilidad y esté garantizando ya el futuro social y económico de un paisaje cultural único en el mundo. Se están respetando, además, sus valores patrimoniales y medioambientales.