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Mantenimiento y conservación

La arquitectura de la sal generada en el Valle Salado a lo largo de su historia es única en el mundo no sólo por las soluciones arquitectónicas que han tenido que desarrollar los salineros para adecuar una explotación tradicional de sal a un paisaje de especial orografía, sino también por lograr un espacio sostenible y en perfecto equilibrio medioambiental y ecológico.

La falta de rentabilidad de la producción de sal en Añana desde finales del siglo XIX provocó que los salineros lucharan con todos los medios para intentar lograr que su producto fuera más competitivo en un mercado que sólo valoraba la cantidad y no la calidad. Entre los años 1885 y 1960 se hicieron 1.085 eras de producción, lo que supuso ampliar el área destinada al proceso de cristalización de la sal de 89.434 metros cuadrados a 110.700.

A pesar de ello, en realidad no se produjo un incremento de sus límites, sino que se masificó la superficie ya existente en espacios considerados durante siglos por el “saber hacer” salinero como no aptos para la construcción. Se construyeron eras sobre los pozos, sobre las vías de comunicación internas del valle e incluso se ocupó parcialmente el cauce del río a pesar del peligro que ello entrañaba por las avenidas de agua.

Por primera vez y para intentar reducir costes, se introdujeron nuevos materiales, como el cemento en los años 30 del siglo XX, con los que se minimizaba el continuo proceso de mantenimiento que se había llevado a cabo tradicionalmente. Se rompía así uno de los principios básicos del proceso: la utilización únicamente de materiales reutilizables, clave en la supervivencia del Valle Salado durante milenios.

Como era de esperar, el cambio de algunas normas del “saber hacer” salinero hizo que la situación y el estado del valle fueron empeorando. Entre 1960 y 2000, año en el que las Administraciones Públicas comenzaron a intervenir en el Valle Salado, la situación fue empeorando principalmente por dos causas.

La primera es que su arquitectura se fue deteriorando por la disminución de la producción de sal y la consecuente falta de mantenimiento. Hay que tener en cuenta que, por un lado, el paisaje comenzó a llenarse de escombro de eras de cemento que no se sacaba de las salinas por su elevado coste. Por otro, la disminución de las labores de producción hizo que el agua salada, un conservante natural de las estructuras de madera, dejara de actuar.

La producción de sal se ha mantenido de forma ininterrumpida durante toda la historia del Valle Salado, pero fue acomodándose a las necesidades de los mercados que, durante la última parte del siglo XX, solicitaban menos sal a Añana por su elevado precio. De este modo, entre los años 1960 y 1977 el conjunto del valle producía en torno a 4.000 toneladas de sal. En 1979, unas 2.800. En 1984 se redujo a 1.338 y, entre 1983 y 2000, año en el que comenzó el “Plan Director de Recuperación Integral”, la media de producción estaba en torno a 600 toneladas. Algunos años, los salineros llegaron a contar con tantos remanentes de sal en los almacenes que las labores de producción se redujeron al mínimo y los trabajos se centraron sobre todo en la conservación y el mantenimiento de los elementos productivos para frenar así la ruina de muchas de las estructuras.

Como veremos, el desarrollo del Plan Director y la puesta en marcha de sus prescripciones, sobre todo con la creación de la Fundación Valle Salado de Añana, han supuesto un verdadero punto de inflexión en las salinas de Añana, puesto que se ha recuperado su integridad, su mantenimiento continuo y su actividad productiva con los antiguos criterios de sostenibilidad y adaptación, es decir, utilizando la sabiduría que los salineros han empleado durante siglos.

Para ejecutar estos trabajos, la Fundación Valle Salado cuenta con los salineros, que tradicionalmente han trabajado en las salinas, y su "saber hacer"; con un equipo técnico de arquitectos, topógrafos y arqueólogos altamente especializados; y con una exhaustiva documentación histórica y planimétrica recopilada en el Plan de Gestión, que permite visualizar en tres dimensiones todos los elementos constructivos de las salinas y obtener información de ellos con su vinculación a un Sistema de Información Geográfica.

LA MITAD DEL VALLE YA ESTÁ RECUPERADO Y EN FUNCIONAMIENTO

La experiencia ha demostrado que la mejor manera de mantener en buen estado el Valle Salado es produciendo sal, puesto que la madera se preserva durante siglos por su contacto con el agua salada. Sin embargo, tienen que ser periódicamente sustituidas o reparadas, actividad que se viene realizando a lo largo de los siglos. Los salineros no sólo controlan el proceso de obtención de sal, sino que  supervisan y realizan ellos mismos las estructuras de piedra y madera.

Si bien los trabajos de recuperación se iniciaron en el año 2000, es a partir del año 2009 con la creación de la Fundación cuando se ha desarrollado el proyecto en el que se engloban las actuaciones para garantizar la sostenibilidad del paisaje, interviniendo en la parte fundamental del área productiva.

Los trabajos de restauración y mantenimiento efectuados en el Valle Salado son, también, un ejemplo representativo de buenas prácticas en materia de patrimonio. Aúnan de forma armoniosa la gestión y puesta en valor de todos los elementos presentes en su paisaje. Pero, además, son un modelo pionero en este ámbito ya que conviven las técnicas tradicionales del “saber hacer” salinero, obtenidas tras siglos de ensayo y error, con las técnicas y materiales sostenibles de tiempos modernos que se han ido incorporado al proyecto tras un largo proceso de investigación científica.

El Valle Salado destaca por el respeto escrupuloso de los oficios y técnicas tradicionales, puesto que se aplican las mismas que los salineros han empleado durante siglos. Éstas responden a una compleja sabiduría popular desarrollada por los propios artesanos, en la que se siguen unas pautas heredadas durante generaciones debido a su contrastada eficacia.

La autenticidad de estas técnicas está asegurada tanto por las investigaciones históricas realizadas como por el hecho de que son los propios salineros los que realizan los trabajos de mantenimiento. Está asegurada, de esta forma, la continuidad y transmisión de unos conocimientos con miles de años de antigüedad y un oficio que, enfocado de forma sostenible hacia la búsqueda de la armonía con el entorno natural del Valle Salado, está convirtiéndose en una opción de futuro para las gentes de salinas y su entorno.

En la recuperación se pueden distinguir dos tipos de trabajos. Los relacionados con la producción de sal y los que tienen usos culturales y turísticos, relacionados con el ocio, la salud y la gastronomía. En el primer caso, los proyectos son fieles a la arquitectura salinera, manteniendo los materiales y las técnicas constructivas que los salineros han desarrollado durante siglos pero utilizando, cuando es necesario, herramienta moderna.

Los espacios productivos de la antigua salina están siendo tratados de distintas maneras. La gran diferencia entre ellas reside en el acabado de la superficie de las plataformas de evaporación. Pueden dividirse en:

- eras de arcilla con criterios de época romana y medieval
- eras de canto rodado con criterios del siglo XIX
- eras de cemento con criterios del siglo XX
- eras de piedra caliza con criterios del siglo XXI

Pero el Valle Salado es mucho más que una fábrica de sal. Es un paisaje abierto y vinculado a la sociedad y al entorno natural con espacios culturales, medioambientales y turísticos totalmente compatibles y que no suponen amenaza alguna para su integridad y autenticidad. Ejemplo de ello es la estructura de madera para actividades culturales o el pediluvio, donde beneficiarse de los efectos terapéuticos del agua salada. Este espacio es una petición de la comunidad local y una actualización a los tiempos modernos de las eras y los pozos en los que antiguamente se bañaban los salineros y vecinos de Añana.

También se han construido nuevos almacenes de madera para guardar, envasar y comercializar la Sal de Añana y se están recuperando edificios que forman parte esencial de los nuevos usos de la explotación, como el almacén de sal de Santa Ana, como aula multiusos, y el de la Revilla, como Centro de Visitantes.

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